martes, enero 30, 2007

Te doy un abraguas


Yo te regalo un abraguas para que no te moje la lluvia, y si quieres que te moje también vale. El abraguas sirve para lo que quieras, porque es multiusos, y además como lo inventé yo, lo puedes usar en lo que quieras, porque es casero, como mi rasta, que me la hiciste tú, en casa, pero la rasta no es abraguas, sino rasta.
Un abraguas es un abrazo para los días de lluvia, es un paraguas con abrazo, o un abrazo en forma de paraguas, además es de rayas y latón.
En cualquier caso si te lías, sirve para la lluvia y para abrazar, las dos cosas. Porque me gusta la lluvia y los abrazos.
Me invento palabras para que en un futuro próximo estén en todos los diccionarios del mundo, y que no necesiten traducción. Porque tu gato no habla inglés, como Chicou que sí habla, y quiero que él también entienda la palabra abraguas, porque sirve para todos, incluso para los gatos.
Pero mientras está o no en el diccionario, te dejo que la uses tú, es una palabra inventada para ti, por tanto es de mi para ti.
También te digo que si me das un abraguas, me entran ganas de salir a la calle contigo a mojarme si llueve. También ganas de saltar bajo la lluvia, de mojarme el pelo. Y de saltar encima de los charcos, que se mojen tus botas marrones con punta desgastada, las que no me gustan, las que caminan sobre kilómetros con números que sí me gustan, y cuando caminen sobre los números que no me gustan les escupas, para hacerte el héroe delante de mi.
Así que, resumiendo, si me das un abraguas salgo a bailar a la lluvia, que se mojen también mis sandalias, que me entren cosquillas en los pies. Y si me resfrío, me regales más abraguas de ti para mi.

Texto: Virginia Fernández “Te doy un abraguas”
Foto: Manuel Gallardo “Esa es la leche que nos dieron, esa es la que mamamos, esa es la que tenemos” (Graffiti del niño de las pinturas de Graná)

jueves, enero 25, 2007

Sin ti en el Círculo


Sin ti, ya ves, sentado observo el devenir de los días, de estos días interminables sin apenas luz. Observo el vaivén de este presente, que es aburrido, que me pesa como plomo, como los párpados cuando estoy cansado. Me agota y no puedo conmigo mismo. Es tarde ya para explicarlo, porque está amaneciendo en el Círculo. Este amanecer para mí es una fiesta, porque ésta ha sido la noche más larga del año.
No me gusta la oscuridad, porque hace que mi soledad, sea aún más soledad, y la oscuridad aún peor. Además no puedo dormir si no hay luz, ya ves que contradicción.
No me gusta estar solo, y sin embargo estoy aquí en medio de un bosque sin nadie a mí alrededor.
En el solsticio de invierno del Círculo Polar Ártico, el sol no sale durante todo un día, la noche lo cubre todo, veinticuatro horas para ser más exactos, esto ocurre solamente una vez al año. Sé que no te gustan los números, y tampoco la exactitud, pero es así. Para que te guste yo te disfrazo los números y los convierto en letras, letras que sean cuentos, letras para leer sin prisa y tomar una infusión en una terraza al sol, a muchos años luz de aquí. Yo te cuento todo esto, y sé que te gusta. Me gusta contarte y que tú sepas lo que pasa a mi alrededor.
Todo esto sucedió justo ayer, ayer no amaneció. Yo mientras estuve sentado en mi silla mirando al cielo estrellado en medio del bosque, esperando a que la luz apareciera en cualquier instante. Esperando a que llegaras tú, fumando un cigarrillo con aire infantil.
El cielo es gris en el Círculo ahora, y sin embargo hoy hay sol, sol de invierno con frío, sol en definitiva. Hace un rato que amaneció lentamente, una luz tenue ilumina la mañana y sigo luchando contra el mundo, contra el hambre. Te sigo esperando, aunque ya hace rato que amaneció.

Texto: Virginia Fernández “Sin ti en el Círculo”
Foto: Manuel Gallardo “sillas”

viernes, enero 19, 2007

No tengo respuestas

No tengo respuestas lo sabes, es más no existen. No tengo inspiración, ni ganas, ni nada. Tampoco tengo letras, y puestos a decir tampoco a ti.
Y lo que pasa es que me gusta escribirte cuando no estás. Cuando estás hacerte preguntas, tú te hartas de mi cuando te hago preguntas, me dices ésta es la última, después me dices para. Siempre me falta algo por preguntar, y te lo pregunto, pero ya no contestas. Yo me quedo sin saber por ejemplo, para quién es la dedicatoria de aquél libro que tienes en la estantería de libros. Esa donde todos los demás se ponen a echar de menos a ese que lleva dedicatoria, cuando no está. Y no está porque me lo llevo yo, para no devolverlo.
Ahora como no te veo te escribo, y me gusta que me contestes porque tus letras me gustan, pero tú no me dices nada porque no estás. Yo sí te digo muchas cosas en letras, y de paso las enlato, para que duren más.
A mi me gustan tus letras, letras que digan por ejemplo ya mi rostro de vos cierra los ojos, y es una soledad tan desolada, pero esas letras no son tuyas, son de Mario Benedetti, aunque también me gustan, pero más las tuyas.
Me gustan tus letras, pero tuyas tuyas. Tuyas tuyas quiere decir letras que te las hayas inventado tú para mí, letras que digan por ejemplo echar de menos a ti, y luego que ponga también la palabra yo, después de a ti, o que digan por ejemplo la palabra gustar.
¿Qué más? Pues que el otro día se me perdió un pendiente, y tú no acertaste donde llevaba el tatto de estrellas, tipo ilustración principito. Por cierto, creo que ésta va a ser la próxima palabra que adopte la Real Academia de la Lengua. Y ahora no tengo más respuestas, ni nada más que contar.


Virginia Fernández “No tengo respuestas”

jueves, enero 11, 2007

Me lío en liarme a ti.

Quiero liarte, para que te líes en mí, así, al final, te alíes conmigo, y yo contigo, para que te conviertas en mí. Eso es lo que busco, eso es lo que yo quiero, y que me acompañes en los viajes, que lo hagas en el silencio compartido de las noches.
Mientras, yo lío, y me lío a ti a la misma vez que te lo cuento. Liándome en las líneas rectas que se tuercen bajo mi lápiz de carboncillo, que se curvan en cada trazo tuyo, en cada trazo que dibujo para ti. Te regalo todos mis dibujos, te pinto cielos nublados y cuadrados.
Me lío en liarme a ti, y es que soy un caso digno de estudio. Alguien para ser estudiado por la ciencia. Un verdadero liante como dirían algunos, un loco como dirían otros. Un caso de pronóstico reservado como me dirías tú a mi si estuvieras aquí conmigo, sentada a mi lado.
Me aíslo del mundo para pensarte, no dejo de hacerlo nunca, te echo de menos cuando no estás. Te busco, te sueño, y soy como un autista sin vocación. Me gusta estar solo, no compartirte con nadie, ni relacionarme al mundo, nada de nada, sólo por encontrarme contigo cuando no estés.
Estoy loco, lo sé, estoy solo, pero es que no concibo otra manera de vivir. Y me voy a todas tus carreteras a hacer autostop por verte pasar nada más. Que pares tu coche y me lleves a otro lugar, a ese otro lugar cordobés donde me dormí una vez contigo. No hay mejor forma que viajar a tu lado, sentado a tu lado y mirarte. Si no paras, da igual, yo te miro de lejos, porque quiero liarte, que tú te líes en mi. Ya ves que me lío en liarme a ti, y es tan fácil.

Virginia Fernández “Me lío en liarme a ti”

jueves, enero 04, 2007

Nadie te oye


Nadie te oye, llueve, estás sola, hace frío, no hay luz, no estás. No hay nadie a tu alrededor, no existes, no tienes nombre, no tienes rostro, naciste en ese lado al que nadie mira. Escuchas gritos, más gritos, gritos que ensordecen tu cabeza, se meten por todos tus sentidos, cada vez más fuerte. Poco a poco empiezan a sonar como en eco, piensas que los gritos no están dirigidos a ti, porque no los entiendes, te siguen gritando, sientes dolor, más dolor, tanto que al final no sientes nada, no escuchas nada. De repente te ves gritando a ti misma. Sientes que algo te arrastra hacia ese abismo sin sentido, hacia esa locura, es como un huracán que te engulle. Poco a poco te vas calmando, nadie te mira, lloras, afuera llueve, está gris, nadie te ve. Hay miles de rostros a tu alrededor, ninguno gira su mirada a ti, nadie escucha tu lamento, no hay nadie que te ayude. Personas corren en miles de direcciones a la vez. Sientes que hay miles de años luz desde ti hasta cualquier signo de vida. Sientes como todo va cayendo bajo tus pies. Sientes como un temblor te hace desfallecer, y después solo escuchas silencio. Nadie te oye, nadie escucha, nadie sonríe, nadie te mira a los ojos.
Poco a poco las heridas curan, crees que ya no están porque él no está, pero has crecido con ellas. Crees que las heridas te abandonaron porque dejaste ese lugar. Te sientes libre, ya no sientes dolor. Pero las cicatrices siguen contigo, siguen ahí por mucho que pase el tiempo. Cuando llueve vuelves a sentir ese dolor, por muchos kilómetros que hayas caído en dirección al suelo. Nunca se irán, tendrás que acostumbrarte a vivir como un ser herido, lleno de rencor.
Al final sólo escuchas silencio.

Texto: “Nadie te oye”, Virginia Fernández
Foto: Por las calles de Granada, Manuel Gallardo